Hipólito Yrigoyen la Reparación Radical

Por José Luis Di LorenzoLo Social

El desafío que asumo a partir de la obra escrita por Hipólito Yrigoyen, es el de bucear su ideario fundacional procurando rescatar la herencia legada. Un primer escollo resulta de la propia personalidad del estudiado, quien en lo que se considera su escrito liminar reconoce que calló muchas veces “…prefiriendo cumplir mi obra en silencio, porque ese género de elocuencia majestuosa en su imponencia, lleva impreso en sí la franqueza y realidad de los hechos[1]”.

De allí que apelamos a ese escrito suyo, “Mi Vida y Mi Doctrina” que redactó en 1923 con el propósito de reafirmar los principios de la doctrina radical en momentos en que lo había sucedido en la primera magistratura el Dr. Marcelo T. de Alvear. Texto que resulta útil visualizar en el contexto histórico, ya que no pretendemos analizar aquella época con la eticidad de la actual ni de ninguna otra. Lo que no es óbice para que intentemos extraer elementos que ineludiblemente forman parte del acervo cultural y personalidad social de los argentinos.

Marco histórico

La Unión Cívica Radical reconoce su origen en la Unión Cívica, dirigida por Leandro Alem y Bartolomé Mitre; y como hito la insurrección cívico militar del 26 de julio de 1890 conocida como la Revolución del Parque[2], que si bien es derrotada por el gobierno al que intentó derrocar lleva a renunciar al entonces Presidente Miguel Juárez Celman. Convocadas las elecciones presidenciales de 1891, cuando su candidato Bartolomé Mitre acepta encabezar una fórmula de unidad nacional propuesta por Julio A. Roca, Leandro Alem rompe la Unión Cívica y funda la Unión Cívica Radical.

La creciente popularidad de la UCR, la difamación a la que es sometida, la persecución y encarcelamiento de sus principales dirigentes, permite amañada y fraudulentamente que ocupe la presidencia Luis Sáenz Peña, por el Partido Autonomista Liberal.

Derrotada por el fraude, la Unión Cívica Radical comienza a reorganizarse y a preparar un nuevo levantamiento armado. Un hombre suyo, Aristóbulo del Valle, se incorpora a ese gobierno nacional como Ministro de Guerra, con mando de tropa, lo que ponía a la Unión Cívica Radical en inmejorables condiciones para acceder al poder. Sin embargo el por entonces emergente dirigente radical Hipólito Yrigoyen se opone ya que tenía el convencimiento de que no debían tomar el poder por medio de un golpe de estado, sino que mediante insurrecciones provinciales lograr la intervención de las provincias y la realización de elecciones libres. Proceso revolucionario que se extendió en todo el país siendo Yrigoyen quien lo encabezó en la Provincia de Buenos Aires.

El éxito militar le fue esquivo, más no así el cívico. Las tres insurrecciones armadas de la Unión Cívica Radical, la de 1890, 1893 y 1905 fueron vencidas, pero la Ley Sáenz Peña que finalmente terminó instaurando la elección presidencial mediante el voto secreto y obligatorio de todos los ciudadanos varones, fue la vía para la victoria. En 1916 por primera vez un Presidente es elegido libremente por el pueblo. Se inicia la primera presidencia de Hipólito Yrigoyen.

Presidencia que tiene inicio en medio de la primera guerra mundial, conflicto armado que tuvo lugar entre 1914 y 1918, en tanto don Hipólito gobernará desde 1916 a 1922, para finalizar su segundo mandato cuando coincidiendo con la crisis económica mundial de 1930 es derrocado por el golpe de estado a manos de Uriburu.

Los tres gobiernos radicales habidos en el período transcurrido entre 1916 y 1930 (incluyendo el de Marcelo Torcuato de Alvear de 1922-1928), se desarrollaron en la etapa final del Proyecto del Ochenta, el de la europeización consentida[3], el de la Argentina Circular, que limitaba la patria productiva a la pampa húmeda, y que tenía como asociado a Inglaterra. Proyecto que nace en 1850 y finaliza cuando la crisis económica mundial de 1929/30 da por tierra con la hegemonía imperial inglesa. Proyecto cuya nutriente epocal es claramente exhibida por Juan Bautista Alberdi en Las Bases, cuando en su capítulo XV, sostiene:

“¿Queremos plantar y aclimatar en América la libertad inglesa, la cultura francesa, la laboriosidad del hombre de Europa y de Estados Unidos? Traigamos pedazos vivos de ellos en las costumbres de sus habitantes y radiquémoslos aquí”[4].

Derrocamiento de Yrigoyen que también coincide con la quiebra de la Bolsa de Nueva York de 1929, y con el abandono del patrón oro en Argentina. Es decir con la época en la que el país abandonó aquella primera convertibilidad (funcional a mantener el valor real de las remesas a Londres por el pago de los productos industriales que nos proveía)

No podemos omitir que el gobierno radical encabezado por Marcelo de Alvear con el apoyo de la popularidad de Yrigoyen obtuvo más votos, que paradójicamente apoyaron a un candidato que en muchos aspectos era la contraparte del líder saliente. Aunque había sido apoyado por este, Alvear era y se sentía aristocrático y afrancesado, “en curiosa vuelta de tuerca, el paternalismo populista era sucedido por el aristocratismo popular”[5]

Eso sí, el gobierno de Alvear, como suele ocurrir con casi todos los gobiernos que no modifican ningún interés económico importante, ni cambian las reglas de juego político-institucional, no tuvo, en realidad, graves problemas, como sí lo va a tener Yrigoyen después de 1916.

APORTES A UNA DOCTRINA RADICAL

Compartimos que en realidad habrá dos radicalismos, el radicalismo-sentimiento que entrevió Alem y sintió fuertemente Yrigoyen, y el radicalismo-doctrinario, que ponía el acento en las formas, pero no percibía el fondo: la conciencia de la nacionalidad.[6].

El marco conceptual que nutre los contenidos doctrinarios del radicalismo, según escribe Hipólito Yrigoyen, parte de “La honradez administrativa, la libertad de sufragio, la autonomía provincial, el castigo al fraude y la malversación, es el programa para la felicidad nacional”[7], lo que se entendía que había que reparar. En lugar de poner el acento en lo político lo pone en lo ético, en la convicción de que sólo el desarrollo de lo ético individual ejercitará los cambios.

Apelaciones a la reparación institucional y un credo político que reconocen antecedente en el Manifiesto del Comité Nacional de la Unión Cívica del 2 de julio de 1891, que luego aparecerán sancionados estatutariamente en la Carta Orgánica Nacional de la que a partir del 17 de noviembre de 1892 pasará a ser UNIÓN CÍVICA RADICAL:

«La Unión Cívica Radical, asociación política esencialmente impersonal, a cuyas filas pueden ingresar todos los habitantes que quieran adherirse a su programa -formada para luchar por el resurgimiento de la vida institucional, que asegura a la patria su paz y su progreso por el cumplimiento honrado de la ley, la pureza de la moral administrativa, el ejercicio efectivo de la soberanía popular y el amplio reconocimiento de la autonomía de los Estados y de los Municipios- bases fundamentales de nuestro sistema de gobierno y existencia nacional…” [8]

Algunas claves

El desarrollo ético individualista, de cuño hispano, es el punto de partida para recuperar la organización de las instituciones, honrándolas en su gestión y legitimándolas en su designación. Yrigoyen rompe con la lógica mitrista, se niega al contubernio con el régimen y a su turno, a acceder al poder sin la decisión soberana –el voto- del pueblo. Con su presidencia legitimada popularmente se inicia un punto de inflexión del Proyecto del 80,

Recordemos que se trata de valores ausentes en esa época, que por lo tanto constituyen un avance revolucionario respecto de quienes se sentían los superiores de la patria, pretendidos aristócratas devenidos en oligarcas, que mediante el fraude se eternizaban en el poder y a través de la malversación consolidaban un sistema prebendario (en beneficio propio) que la historia acredita además fue funcional al saqueo de la riqueza nacional a manos del imperio británico.

Ética en la gestión que la UCR postulaba como el paradigma que permitiría lograr la felicidad nacional. Honradez administrativa e impersonalidad que si bien Alem había enunciado contra Mitre, se terminaron esgrimiendo como filosofía liberal contra todo caudillo, incluso contra el propio Alem o Yrigoyen. Todo nutrido de un sentimiento nacional entendido como la “Nación” con prescindencia del pueblo, como enseñaba la historia corriente que los llevaba a confundir la patria con las conveniencias de su clase sin advertir ni comprender las ataduras imperialistas”[9]

1. La reparación es el movimiento nacional

2. La organización es lo radical

3. La abstención como instrumento revolucionario

4. Soberanía popular (sufragio universal)

5. Rol del Estado

6. Soberanía nacional: la neutralidad

7. Difamación para la deslegitimación

8. La ética de la liberación (de la ética individual a la ética social)

9. La partidocracia

 

Vigencias y herencias del ideario

Rescatar las herencia y las vigencias del ideario de Hipólito Yrigoyen impone prevenir junto a José María Rosa que se trata de un proceso histórico con complejas polaridades ideológico-culturales, tal como este historiador dice “hubo dos radicalismos, como dos fueron los federalismos en 1833”.

La idea movimientista, la del conductor, la de la lucha por la reparación, que parte de la gesta insurreccional y revolucionaria que asume el ideal sanmartiniano y que es sucedida por el voto universal, secreto y obligatorio como instrumento de la revolución, son claros legados, diría en lenguaje actual, pueblo céntricos.

La conciencia del derecho a la lucha contra toda forma de tiranía es una clara herencia del ideario yrigoyenista. Como lo es la autodeterminación como expresión de la soberanía política de la Nación concretada al declarar la neutralidad frente a la guerra. Neutralidad que guarda coherencia con el ideal revolucionario que solo tiene justificación contra los tiranos, en tanto la neutralidad se funda en que los hombres son sagrados para los hombres, y los pueblos para los pueblos.

La herencia positiva es la idea permanente de la reparación, que por entonces logra la inclusión cívica de los hombres y que propugna la igualdad y la fraternidad. Tomando como punto de partida la Revolución de Mayo pero reivindicando el aporte cultural hispano y la nutriente mestiza de nuestros primeros pueblos, bajando de alguna manera el muro que pretende construir un ideario fundado en la superioridad cultural inglesa.

El Yrigoyenismo es una bisagra entre el Proyecto del Ochenta que en lo económico va llegando a su fin (aunque resiste culturalmente) y el Proyecto de la Justicia Social que se iniciará (simbólicamente) el 17 de Octubre de 1945.

No es casualidad que el texto en análisis se haya producido cuando la conducción del líder radical es cuestionada por los que se empiezan a autodenominar antipersonalistas. Resabios de la primigenia Unión Cívica, la de Bartolomé Mitre, de algún modo aparecían y aún perduran.

A modo de herencia negativa vemos que la intransigencia al régimen no fue siempre respetada por los herederos de don Hipólito. No lo fue cuando los radicales aceptaron (no se abstuvieron) de ser constituyentes de facto del gobierno de Aramburu (quizá porque no lo consideraban el régimen) o cuando Arturo Mor Roig a semejanza de lo hecho por Aristóbulo del Valle con Luis Sáenz Peña, acepta ser Ministro del Interior del gobierno de facto de Lanusse.

Como tampoco lo es cuando algún radicalismo parece sentirse excluyentemente la República haciendo del rigorismo formal un culto que violenta y obtura la pendiente reparación, la de la liberación nacional.
[1] Hipólito Yrigoyen. Mi Vida y Mi Doctrina. 1923

[2] Revolución que, a decir de Hebe Clementi “… configura un estallido de protesta dentro del proceso positivista, una encrucijada del poder político de turno, en que participan gente de tendencias cívico-políticas dispares, y cuya única amalgama es el malestar generalizado, el repudio a cánones utilitarios y la invocación de principios éticos de libertad y justicia”.

[3] Categoría que es investigada y desarrollada por Jorge Bolívar. en el libro “Proyecto Umbral. Resignificar el Pasado para Conquistar el Futuro”. Gustavo Cirigliano y otros.

[4] Metodología para el Proyecto de País. Gustavo Cirigliano.

[5] Carlos Floria y César García Belsunce, citados por Jorge Bolívar en Proyecto Umbral.

[6] Conforme sostiene José María Rosa, citado por Jorge Bolívar en el libro Proyecto Umbral

[7] Tomado de Hebe Clementi. Historiadora. Profesora titular de la cátedra de Historia del Pensamiento Latinoamericano José de San Martín en el Centro de Estudios Avanzados de la Universidad de Buenos Aires. Ex Directora Nacional del Libro. Ex Directora del Museo Roca. Miembro de Número del Instituto Yrigoyeneano.

[8] Mi Vida y Mi Doctrina. Hipólito Yrigoyen. 1923

[9] Jorge Bolívar ob. cit.