Númen y fuente originaria, surgida para cumplir sacrosantos deberes, asumió siempre todos las pruebas, como la entidad simbólica que fijó su ruta marcando modalidades antagónicas irreductibles entre épocas y tendencias, y en cuya cruenta labor sucumbieron tantos meritorios ciudadanos y desaparecieron generaciones enteras. La Unión Cívica Radical ha sido la única institución política que desde el llano y sin base alguna de gobierno, planteó fecundas y categóricas soluciones reparadoras. No fué un accidente imprevisto, ni una circunstancia dada de vistas convencionales, ni una composición de lugar buscada para tomar asiento en los gobiernos, ni un impulso movedizo, ni un miraje utilitario, sino una solemne y vasta concitación rimada por definiciones siempre armónicas, comprendida por el sentimiento argentino como el más impositivo mandato patriótico de su nativa solidaridad nacional.

Todo ello perdurará como la excelencia de una meditación superior que ha tenido el poder de transformar a la nacionalidad; jornada histórica de tanto aliento como la intensidad de los males que venía a corregir y de los bienes que debía realizar en un espacio de tiempo que abarcó casi la tercera parte de la vida de la Nación. La historia humana no registra otro modelo superior. La Unión Cívica Radical será así por sus majestuosas enseñanzas, la religión cívica de la Nación, a donde las generaciones sucesivas puedan acudir en busca de notables inspiraciones.

En Martín García – Del Memorial a la Corte Suprema de la Nación

La religión cívica de la nación