Clausurados los comicios al sufragio libre en toda la República, pretender reunir la oposición arriando la bandera con que surgiera el Partido Radical, el simulacro de combate que se libraría, importaría aceptar un campo de acción que repugna a nuestras instituciones, y sanciona la victoria del mismo adversario a quien se pretende combatir. La contienda en ese terreno significaría reconocer la legalidad del triunfo futuro en mengua de las aspiraciones de la opinión que tiene derecho a mantener vivas sus esperanzas en días mejores

La Unión Cívica Radical, en tanto, habrá defeccionado de su credo, producido el desgarramiento en su seno y, descalificada para siempre ante la opinión, perderá la fe que en ella se depositara. La República habrá nuevamente caído en el mayor desconcierto, y la opinión, sujeta al vaivén de los sucesos, no encontrará una institución política donde pueda acudir en busca de la reacción definitiva. No podemos, pues, ejecutar una política que consideramos tan contraria a la integridad de nuestro Partido como a la nuestra propia. No nos hemos congregado a ese fin, ni ha sido esa nuestra misión, ni son esas las declaraciones hechas y los compromisos contraídos.

Nota del Comité de la Provincia de Buenos Aires separándose, por razones de intransigencia, de la dirección eventual del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, setiembre 29 de 1897.)

No nos hemos congregado a ese fin